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Si la convicción del peligro al que una ocupación ilimitada de la silla ejecutiva expondría a la Constitución republicana de nuestro Gobierno, no hubiera hecho concienzudamente un deber retirarme cuando lo hice, el miedo a convertirme en un déspota y a ser insensible a ello, habría resistido por sí mismo todas las solicitudes para permanecer.