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  • El hablador ha encontrado un oyente, pero no un oyente; y aunque hable lo mejor que pueda por su propio bien, encontraréis que sus movimientos mentales son erráticos: no tienen un centro fijo ni un objeto definido. Su charla es como el agua de un canal cuyas orillas han cedido, que rueda sin rumbo de aquí para allá, sin cumplir ninguna función útil, aunque es la misma agua que era tan útil y provechosa, cuando estaba confinada dentro de límites claramente marcados por la fuerza restrictiva de sus fronteras terrestres.