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Hay un dicho que dice que ningún hombre ha probado todo el sabor de la vida hasta que ha conocido la pobreza, el amor y la guerra. La justeza de esta reflexión la recomienda al amante de la filosofía condensada. Las tres condiciones abarcan casi todo lo que hay en la vida que vale la pena conocer. Un pensador superficial podría considerar que la riqueza debería añadirse a la lista. Pero no es así. Cuando un hombre pobre encuentra un cuarto de dólar escondido desde hace mucho tiempo que se ha deslizado a través de una rasgadura en el forro de su chaleco, hace sonar el placer de la vida con una caída en picado más profunda que la que cualquier millonario puede aspirar a lanzar.