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La verdadera riqueza de la nación reside en los recursos del suelo, el agua, los bosques, los minerales y la fauna. Utilizarlos para las necesidades actuales, asegurando al mismo tiempo su preservación para las generaciones futuras, requiere un programa continuo y delicadamente equilibrado, basado en la investigación más exhaustiva. Su administración no es propiamente, ni puede ser, una cuestión de política.