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La mayoría de los niños o jóvenes a los que se les han inculcado muchos conocimientos, ven sus capacidades mentales no reforzadas, sino recubiertas por ellos. Se les atiborra de meros hechos, y de opiniones y frases de otras personas, y éstas se aceptan como sustituto del poder de formarse opiniones propias. Y así, los hijos de padres eminentes, que no han escatimado esfuerzos en su educación, crecen a menudo como meros loros de lo que han aprendido, incapaces de usar sus mentes excepto en los surcos trazados para ellos.