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[Mi padre] me inculcó desde el principio que el modo en que el mundo llegó a existir era un tema sobre el que no se sabía nada: que la pregunta "¿Quién me hizo?" no puede responderse, porque no tenemos experiencia ni información auténtica a partir de la cual responderla; y que cualquier respuesta sólo arroja la dificultad un paso más atrás, ya que inmediatamente se presenta la pregunta "¿Quién hizo a Dios?".