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La poesía es un mal medio para la filosofía. Todo en el poema filosófico tiene que satisfacer requisitos irreconciliables: por ejemplo, la última exigencia que deberíamos hacer a la filosofía (que sea interesante) es la primera que hacemos a un poema; el poeta filosófico tiene un aire elevado y metódico, pero desamparado y absurdo, mientras trabaja en su tanque volador, su máquina de coser que también toca el piano.