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  • ¿No requería el amor, como una planta de la India, un suelo preparado, una temperatura particular? Los suspiros a la luz de la luna, los largos abrazos, las lágrimas que fluyen sobre las manos entregadas al amante, todas las fiebres de la carne y las languideces de la ternura no podían separarse así de los balcones de los grandes castillos llenos de ociosas diversiones, de un tocador con persianas de seda, una buena alfombra gruesa, llena de macetas de flores, y una cama elevada sobre una tarima, ni del brillo de las piedras preciosas y los nudos de los hombros en la librea de los criados.