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Entre sus ojos había cuatro líneas, las marcas de una miseria que los niños nunca deberían sentir. Hablaba con esa maravillosa voz de whisky que tienen tantos niños españoles, y era un chiquillo duro y entero.
Entre sus ojos había cuatro líneas, las marcas de una miseria que los niños nunca deberían sentir. Hablaba con esa maravillosa voz de whisky que tienen tantos niños españoles, y era un chiquillo duro y entero.