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Los defensores de la prefabricación del siglo XIX y principios del XX estaban convencidos de que suplantaría las tradiciones seculares del diseño individualizado y la construcción artesanal. El arte de la construcción se revolucionaría al liberar a diseñadores y obreros de tareas repetitivas, y se democratizaría al hacer más asequible la arquitectura de alto nivel.