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El concepto de tiempo, tal y como lo entiende la gente normal con trabajos normales y malditas vidas normales, no existe en la carretera. Las noches se extienden como las oscuras y olvidadas autopistas que las distinguen, y los días se suceden como la cena de Thanksgiving bañada en salsa. Nunca sabes realmente dónde estás ni qué hora es, y el mundo exterior empieza a desvanecerse. Es genial.