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Eurípides parece haber sentido que la digna perfección de Sófocles sólo podía ser desafiada por la novedad y la irresponsabilidad. Las condiciones religiosas de la fiesta dionisíaca le mantuvieron dentro de ciertos límites. Pero dentro de los límites impuestos Eurípides fue tan profano como se atrevió a ser, haciendo melodrama de las realidades divinas que sus predecesores aceptaban religiosamente, utilizando el escenario simplemente como una conveniencia para popularizar sus propios valores excéntricos.