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Las resacas son una vívida forma de venganza. Anoche mi apartamento se convirtió en el escenario de un pequeño e introvertido festival de chardonnay. Un melancólico coro de búlgaros amenizaba la velada, a través de unos auriculares que acabaron irremediablemente enredados bajo la cama. Una parte de mí se limitaba a mirar. La otra parte estaba al mando.