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Mi madre habló de Cristo a mi padre, por sus virtudes femeninas e infantiles, y, después de haber soportado su violencia sin un murmullo o queja, lo ganó al final de su vida para Cristo.
Mi madre habló de Cristo a mi padre, por sus virtudes femeninas e infantiles, y, después de haber soportado su violencia sin un murmullo o queja, lo ganó al final de su vida para Cristo.