El ajetreado parloteo del calor chirriaba como un periquito; y estremeciéndose a la luz del mediodía el polvo yacía muerto y blanco como polvo en la cara de una momia, o adulaba con gracia simiesca alrededor de las casetas con muchos juguetes duros y brillantes y frágil alegría de madera: El gorro y las campanillas del Payaso del Tiempo que, tintineando, silbaban a los jóvenes querubines ocultos bajo la apariencia de cada pájaro que vuela; y máscaras brillantes como estrellas para que los jóvenes las usen, para que ningún sueño que pase como un peregrino brillante más allá de nuestro conocimiento, pueda ver indicios de la realidad.