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  • Sin embargo, lejos de esforzarse por conocer el árbol prohibido de los placeres mundanos y sus diversos frutos, el hombre se entrega a un estado de vida descuidado e irreflexivo, y cede a la concupiscencia de la carne, sin considerar que esta concupiscencia es realmente el árbol prohibido.

    Johann Arndt (1868). “True Christianity: A Treatise on Sincere Repentance, True Faith, the Holy Walk of the True Christian, Etc”, p.51