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Reír, aunque sólo sea por un instante, nunca se le ha concedido al hombre antes de los cuarenta días desde su nacimiento, y entonces se considera un milagro de precocidad.
Reír, aunque sólo sea por un instante, nunca se le ha concedido al hombre antes de los cuarenta días desde su nacimiento, y entonces se considera un milagro de precocidad.