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Les diré lo que este pueblo necesita, con respecto a la predicación; ustedes necesitan, en sentido figurado, que lluevan horcas, púas hacia abajo, desde este púlpito, domingo tras domingo. En lugar de la predicación suave, hermosa, dulce, tranquila, con labios de terciopelo de seda, deberían tener sermones como truenos, y tal vez entonces podamos quitarnos las escamas de los ojos.