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La promoción de los derechos humanos no puede consistir únicamente en exhortar. A veces debe ir acompañada de una diplomacia meticulosa. Sé que el compromiso con los regímenes represivos carece de la satisfactoria pureza de la indignación. Pero también sé que las sanciones sin acercamiento, la condena sin debate, sólo pueden conducir a un statu quo paralizante. Ningún régimen represivo puede emprender un nuevo camino a menos que tenga la opción de una puerta abierta.