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Bajo el dominio de los sacerdotes, nuestra Tierra se convirtió en un planeta ascético, un antro escuálido que vagaba por el espacio, poblado por criaturas descontentas y arrogantes, que estaban disgustadas con la vida, aborrecían su globo como un valle de lágrimas y que, en su envidia y odio a la belleza y la alegría, se hacían a sí mismas todo el daño posible.