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Tú, poder silencioso, cuyo bienvenido influjo aleja todo pensamiento ansioso; en cuyo divino olvido ahogado, el dolor y el cansancio se suavizan, el amor es seducido con miradas más amables, y el dolor olvida su herida cariñosamente acariciada; oh, ¿a dónde has volado, dios indulgente? Dios de sombras bondadosas y de rocíos curativos, ¿a quién tocas con tu vara letona? ¿En torno a cuyas sienes difundes ahora tus aires opiáceos?