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Nunca pude averiguar o probablemente no me tomé la molestia de averiguar de qué tratan los grandes problemas filosóficos. Las afirmaciones trascendentales con las que me encuentro son, en el mejor de los casos, una tormenta en una taza de té. Hay un buen número de personas que tienen un interés personal en el asunto, se ganan la vida noblemente con ello y conspiran entre sí para mantenerlo vivo.