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La principal diferencia del hombre con respecto a los brutos radica en el exuberante exceso de sus propensiones subjetivas, su preeminencia sobre ellos simple y únicamente en el número y en el carácter fantástico e innecesario de sus necesidades, físicas, morales, estéticas e intelectuales. Si toda su vida no hubiera sido una búsqueda de lo superfluo, nunca se habría establecido tan inexpugnablemente como lo ha hecho en lo necesario.