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Aunque hay una benevolencia debida a toda la humanidad, nadie puede poner en duda que un grado superior de ella se debe pagar a un padre, una esposa o un hijo. De la misma manera, aunque nuestro amor debe alcanzar a toda la especie, una mayor proporción de él debe ejercerse hacia aquella comunidad en la que la Providencia nos ha colocado. Esta es nuestra propia esfera de acción, la provincia que nos ha sido asignada para el ejercicio de nuestras virtudes civiles, y en la cual tenemos oportunidades de expresar nuestra buena voluntad a la humanidad.