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Decimos que a menudo vemos animales en nuestros sueños, pero olvidamos que casi siempre somos nosotros mismos animales en ellos, privados de ese poder de razonamiento que proyecta sobre las cosas la luz de la certeza; por el contrario, sólo aportamos al espectáculo de la vida una visión dudosa, extinguida de nuevo a cada momento por el olvido, la realidad anterior se desvanece ante la que le sigue como una proyección de una linterna mágica se desvanece ante la siguiente cuando cambiamos la diapositiva.