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Si sospechas que mi interés por la Biblia va a inspirarme un repentino entusiasmo por el judaísmo y convertirme en un converso de fervor montañés, y que de repente me crecerán largos lóbulos en las orejas y aprenderé hebreo y me dedicaré a denunciar a los paganos, poco sabes del efecto que tiene la Biblia sobre mí. Leída correctamente, es la fuerza más potente para el ateísmo jamás concebida.