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Todo mal resulta de la no adaptación de la constitución a las condiciones. Esto es cierto para todo lo que vive. Si un arbusto se marchita en un suelo pobre, o se vuelve enfermizo cuando se le priva de luz, o muere si se le traslada a un clima frío, es porque se ha destruido la armonía entre su organización y sus circunstancias.