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Alguna paradoja de nuestra naturaleza nos lleva, una vez que hemos convertido a nuestros semejantes en objeto de nuestro interés ilustrado, a convertirlos en objeto de nuestra compasión, luego de nuestra sabiduría y, por último, de nuestra coerción.
Alguna paradoja de nuestra naturaleza nos lleva, una vez que hemos convertido a nuestros semejantes en objeto de nuestro interés ilustrado, a convertirlos en objeto de nuestra compasión, luego de nuestra sabiduría y, por último, de nuestra coerción.