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Cualquier obra que haga pensar al público, que establezca conexiones con la vida y nombre nuestro dolor y, al hacerlo, someta nuestro dolor al pensamiento y al proceso de comprensión, está haciendo algo intrínsecamente político. Al promover la comprensión, al contextualizar la experiencia, al establecer conexiones entre lo normal y lo racional, el teatro es un acto de antiterrorismo. Estimula el valor y el espíritu de supervivencia. En ese sentido de lo político, hay muchas obras serias haciendo su trabajo en el mundo.