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Quien piensa que puede tener carne y huesos sin estar sujeto a ninguna influencia externa, ni a ningún accidente de la materia, desea inconscientemente conciliar dos opuestos, a saber, estar al mismo tiempo sujeto y no sujeto al cambio. Si el hombre no estuviera nunca sujeto al cambio, no podría haber generación; habría un solo ser, pero no individuos que formaran una especie.