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Hubo momentos, sobre todo cuando viajaba para "Comer, rezar, amar", en los que, lo juro por Dios, sentía el peso de mis antepasadas, todas esas granjeras suecas de ultratumba que decían: "¡Vete! ¡Vete a Nápoles! ¡Come más pizza! ¡Vete a la India, monta en elefante! ¡Hazlo! Nada en el océano Índico. Lee esos libros. Aprende un idioma".