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Comprendo el poder y la alarma de las palabras, no las que aplauden desde los palcos de los teatros, sino las que hacen que los ataúdes se desprendan de sus portadores y caminen sobre sus cuatro patas de roble.
Comprendo el poder y la alarma de las palabras, no las que aplauden desde los palcos de los teatros, sino las que hacen que los ataúdes se desprendan de sus portadores y caminen sobre sus cuatro patas de roble.