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Decimos, pues, que el cristianismo se adapta al intelecto, porque su espíritu coincide con el de la verdadera filosofía; porque elimina el íncubo de la sensualidad y de los bajos vicios; por el lugar que da a la verdad; porque exige la libre investigación; porque sus poderosas verdades y sistemas se presentan a la mente del mismo modo que las verdades y sistemas de la naturaleza; porque resuelve problemas más elevados que los que puede resolver la naturaleza; y porque se comunica de tal modo que se adapta a todas las mentes.