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Ahora reunamos en un ramo, del jardín del Rey, estas siete fragantes flores: Jesús, el Hijo de Dios; Jesús, nuestro portador del pecado; Jesús, el dador de la vida eterna; Jesús, el guardián de nuestras almas eternas; Jesús, el oyente de nuestras oraciones; Jesús, el castigador que puede convertir las cruces en coronas; y Jesús, el hacedor de maravillas que nos transforma en semejantes eternos a Él. Estas flores se mantendrán dulces hasta que amanezca el cielo.