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Lo que me gustaba de Grecia era [...] la fuerza impresionante de la propia lengua, sin límites de diccionarios, hablada en la calle, en los cafés y en el campo.
Lo que me gustaba de Grecia era [...] la fuerza impresionante de la propia lengua, sin límites de diccionarios, hablada en la calle, en los cafés y en el campo.