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Cuando contemplamos el mundo de Epicuro y concebimos el universo como un revoltijo fortuito de átomos, no hay nada grandioso en esta idea. El choque de átomos por ciego azar no tiene nada que pueda elevar nuestras concepciones o elevar la mente. Pero la estructura regular de un vasto sistema de seres, producido por el poder creador, y gobernado por las mejores leyes que la sabiduría y la bondad perfectas pueden concebir, es un espectáculo que eleva el entendimiento y llena el alma de devota admiración.