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Las cicatrices y los rituales de las mujeres tenían que ver con la belleza (perforarse las orejas y la nariz, atarse los pies y llevar corsés); los de los hombres, con la protección de las mujeres. En las culturas en las que la fuerza física sigue siendo la mejor forma de proteger a las mujeres, como entre los dodos de Uganda, cada vez que un hombre mata a otro, se le adjudica una cicatriz ritual; cuantas más cicatrices, más elegible se le considera.