-
Dejemos a un lado resueltamente ese gran espanto, con ternura y sin malicia, atreviéndonos a equivocarnos en algo importante en lugar de tener razón en alguna banalidad meticulosa, no temiendo ningún mal mientras la mente sea libre de buscar, imaginar y concluir, invitando a nuestros compatriotas a probar otros instrumentos que no sean la coerción y la supresión en el esfuerzo por encontrar el destino con el triunfo, sospechando genialmente que ningún credo aún calendado en los anales de la política refleja las posibilidades funestas del infinito.