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Incluso quienes han querido elaborar una filosofía completamente positiva sólo han sido filósofos en la medida en que, al mismo tiempo, se han negado el derecho a instalarse en el saber absoluto. No han enseñado este saber, sino su devenir en nosotros, no lo absoluto sino, a lo sumo, nuestra relación absoluta con él, como decía Kierkegaard. Lo que hace al filósofo es el movimiento que lleva sin cesar del conocimiento a la ignorancia, de la ignorancia al conocimiento, y una especie de reposo en este movimiento.