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Tras el 11-S, quedó claro que nosotros [Estados Unidos] teníamos que hacer varias cosas para tener una estrategia de éxito que nos permitiera ganar la guerra global contra el terror, concretamente que teníamos que perseguir a los terroristas dondequiera que los encontráramos, que también teníamos que perseguir a los Estados patrocinadores del terror, a aquellos que pudieran proporcionar santuario o refugio seguro al terror.