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Cuando un delincuente juvenil comete un delito atroz, el Estado puede exigirle la privación de algunas de las libertades más básicas, pero no puede extinguir su vida ni su potencial para alcanzar una comprensión madura de su propia humanidad.
Cuando un delincuente juvenil comete un delito atroz, el Estado puede exigirle la privación de algunas de las libertades más básicas, pero no puede extinguir su vida ni su potencial para alcanzar una comprensión madura de su propia humanidad.