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El color azul inmaterial mostrado en abril en casa de Iris Clert me había hecho en definitiva inhumano, me había excluido del mundo de la realidad tangible; yo era un elemento extremo de la sociedad que vivía en el espacio y que no tenía ningún medio de volver a la tierra. Jean Tinguely me vio en el espacio y me hizo una señal de velocidad para mostrarme la última máquina que debía tomar para volver a lo efímero de la vida material.