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Nick juró que moriría con estas botas puestas, en algún safari exótico, pero encontró su Kilimanjaro en un hospital de la Tierra, donde le habían curado todo lo que le molestaba, excepto la neumonía galopante que había cogido en el hospital. Eso había sido, más o menos, hacía doscientos cincuenta años. Yo había sido portador del féretro.