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Tan poderosamente parece influir la fortuna en los destinos de los hombres, poniendo una cuchara de plata en la boca de uno y una de madera en la de otro, que algunos de los hombres más sagaces, como el cardenal Mazarino y Rothschild, parecen haberse inclinado a considerar la suerte como el primer elemento del éxito mundano; la experiencia, la sagacidad, la energía y la empresa como nada, si están ligadas a una estrella desafortunada.