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Los misioneros tibetanos, en su ánimo de brillante confianza, desconcertaron a los gobiernos imperiales al reírse del nuevo movimiento hasta la frustración. Porque una fe falsa no puede soportar el ridículo.
Los misioneros tibetanos, en su ánimo de brillante confianza, desconcertaron a los gobiernos imperiales al reírse del nuevo movimiento hasta la frustración. Porque una fe falsa no puede soportar el ridículo.