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Cuando me di cuenta de que no podía esperar que la gente disfrutara con un libro monstruoso de 3.000 páginas, me di cuenta de que podía crear un laberinto con cuatro puntos de entrada diferentes. Pero lo que me interesaba era crear algo que se reorganizara cada vez que leías uno de los otros libros. Según el orden de lectura, las implicaciones y los ángulos cambiarían. Para conseguirlo, cada uno de los libros tenía que tener su propia personalidad y textura: aunque están conectados, son criaturas muy diferentes.