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Creo que los hombres se ponen nerviosos cuando las mujeres empiezan a contar el número de senadoras, y los blancos se ponen nerviosos cuando oyen que el próximo puesto en el Tribunal Supremo probablemente será para un latino. Esto no siempre se debe a que se opongan a compartir el botín, por cierto; simplemente nos recuerda que el crisol de razas puede no estar funcionando, y que aún no hemos alcanzado el ambiguo sueño nacional de convertirnos en una nación de ateos beiges indistinguibles.