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Avan era tan religioso como cualquier otro joven dragón que quisiera abrirse camino en el mundo, es decir, tenía muchas creencias tradicionales que nunca se había parado a examinar, iba a la iglesia porque le habría parecido extraño no hacerlo, rara vez prestaba mucha atención cuando estaba allí y encontraba la piedad fuera del púlpito completamente fuera de lugar.