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La ignorancia, la vulnerabilidad, el miedo, la ira y el deseo son expresiones del potencial infinito de tu naturaleza búdica. No hay nada inherentemente malo o correcto en hacer tales elecciones. El fruto de la práctica budista es simplemente el reconocimiento de que éstas y otras aflicciones mentales no son ni más ni menos que opciones de las que disponemos porque nuestra naturaleza real tiene un alcance infinito.