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Oremos por la Iglesia Católica; por las Iglesias de todo el mundo; es decir, por su verdad, unidad y estabilidad; para que en todas florezca la caridad y viva la verdad. Por nuestra propia Iglesia, para que se supla lo que le falta; se corrija lo que no es sólido; se eliminen todas las herejías, cismas y escándalos, tanto públicos como privados. Corrige a los errantes, convierte a los incrédulos, aumenta la fe de la Iglesia, destruye las Herejías, descubre a los enemigos astutos, aplasta a los violentos.